Nací en 1980, en medio de una guerra interna, era un martes de junio.
Mi mamá dejó unos meses antes la Universidad, a la que tanto le costó ingresar, porque el
conflicto armado (y el patriarcalismo) amenazaba nuestras vidas. Mi padre se graduó unos
meses después a puerta cerrada porque la situación era complicada en la Universidad. Nunca
supe bien qué pasó, ninguno pudo contarnos la historia. Tampoco los abuelos, los tíos o los
maestros.
En la época en que nací también nacieron miedos; el miedo a pensar, el miedo a hablar, el miedo
a morir. Nunca supe qué pasó, nadie me quiso contar.
La guerra en Guatemala no mató a mi familia, ni siquiera a un amigo pero asesinó mi historia.
Eso también es un crimen.
