Al empezar a leer autoras me veía cada vez más reflejada en sus palabras, en sus historias. Y es que dicen que no hay quien nos entienda a las mujeres aunque nosotras, mejor que nadie, sabemos que entre mujeres nos entendemos.
En Querido Diego, te abraza Quiela, Elena Poniatowska cuenta de manera magistral una historia que tristemente se repite día a día: las mujeres que renuncian a lo que quieren o abandonan lo que tienen por el “amor” de un hombre. Te hace sentir la angustia, la tristeza y la confusión que la protagonista está viviendo en el desarrollo de la historia. También sientes impotencia porque Quiela no es tu amiga que puedes aconsejar y apoyar para que abandone esa relación enfermiza.
Quiela, la pintora rusa Angelina Beloff, tiene un prominente futuro pero ama enfermizamente (si es que así puede decirse de ese sentimiento que lejos está de ser amor) a su esposo Diego Rivera – el pintor que también conquistó a Frida Kahlo – se abandona a sí misma completamente por esperar ser correspondida por alguien que probablemente nunca la amó y jamás lo iba a hacer.
Escribe continuamente cartas que él recibe pero nunca contesta. En esta relación enfermiza pierde muchas cosas y se pierde a sí misma tratando de encontrar una razón para el abandono de su adorado Diego. Tristemente, Angelina Beloff terminó siendo reconocida más por ser la primera esposa de Diego Rivera que por su trabajo artístico.
*Spoiler Alert*
Estas son algunas de las frases de sus cartas que se quedaron más presentes para mí porque mostraban la opinión que Quiela tenía de sí misma:
“…después de todo, sin ti soy bien poca cosa, mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras. Si dejas de hacerlo, ni yo ni los demás podremos quererme.”
“Si no vuelves, si no me mandas llamar, no solo te pierdo a ti, sino a mí misma, a todo lo que pude ser.”
Esta otra, me dio una esperanza al pensar que Quiela finalmente estaba entendiendo que tenía que dejar ir ese sentimiento:
“Lloré mientras veía los cuadros, lloré también por estar sola, lloré por ti y por mí, pero me alivió llorar porque comprender, finalmente, es un embelesamiento y me estaba proporcionando una de las grandes alegrías de mi vida.”
Espero que esta pequeña reseña del libro les deje la inquietud de leerlo si no lo han hecho. A mí este libro me sirvió para decir: Querido amor enfermizo, me amo lo suficiente como para rogarle a alguien que me corresponda. Adiós.
Silvia