• Habitación propia,  Lidia

    Mercedes

    Hace tres años me instalé en esta casa, al parecer, estuvo deshabitada varios años, la humedad la invadió y los bichos se instalaron. En aquel momento pagué a alguien para que con escalera y escoba quitara las decenas de telarañas, pues me producían nervios y escalofríos, no las quería conmigo. Meses después,  cuando empecé a sentir esta casa como un hogar, vi que en mi habitación, en la esquina del techo que observo cuando me acuesto, una pequeña araña construía un refugio con su extraordinaria seda. No me alarmé, ni me dio miedo, pues la vi muy pequeña e inocente. Sin embargo, con los días fue creciendo y poco a…

  • Habitación propia,  Mónica

    La máquina del tiempo

    El extraño ser se inclinó un poco y giró la manivela hacia la derecha, el grifo aminoró levemente la descarga. Me acerqué un poco a riesgo de ser reprendida. La luz manaba, aunque insuficiente, del fuego de las antorchas colocadas alrededor de la caverna. Aquel artefacto, al centro del recinto, tenía un aspecto opaco, parecía ser hierro, pero al estar aún más cerca se podría decir que era oro, aunque no tengo certeza pues las cosas allí abajo lucían completamente diferentes. Extendí la mano y toqué una esquina del aquel artilugio y lo encontré más cálido de lo que pensé. El Guardián tenía algunos de los rasgos de los humanos,…

  • Habitación propia

    Te veré en la mañana

    Cae la noche, vos te fuiste, me quito los tacones y me quedo en calzón. Mis pies tocan el piso frío y exhalo el aire que sostuve durante el día, saco la panza que mantuve en cautiverio todas estas horas. Estornudo sin pudor, me rasco los ojos y el delineador se riega. Abro el refrigerador y me rasco el hombro, disfruto calorías mientras bostezo y el gato se enreda entre mis piernas. Le hablo al gato, lo consiento con un lenguaje que solo él y yo entendemos. Vos jamás sabrás lo que hablamos. Me desato el brassier y me lleno los pulmones en la comodidad de dos pechos sueltos. Vos…

  • Habitación propia,  Lidia

    Laotong —“mi otro yo” o “alma gemela”—

    De frente a esta gran ventana, me enfoco en un hermoso árbol al cual admiro y que es grande, verde y  viejo. He terminado de Leer “El abanico de seda” de Lisa See y rememoro con mucho sentimiento los lindos momentos de amistad que he tenido con otras mujeres. Esas cartas  y tarjetas de amor que compartí con ellas mientras estudiaba en un colegio de mujeres, todos esos “voy a llorar” frente a mi amiga confidente para anunciar que necesito su consuelo, las carcajadas compartidas al recordarnos de nuestros fracasos amorosos y esos gustos que ahora ya no podríamos volver a tener (espero), los correos intercambiados desde la distancia de…

  • Habitación propia,  Mónica

    Un inexistente amor

    Ella quería compartir con él el resto de su vida; aunque él era solo un sueño. Así empezó su inexistente relación. Algunos podrían haberle llamado loca, pero nadie se atrevió. Todos merecemos un ser al cual le parezcamos maravillosos, unas lágrimas que broten de ojos que nos extrañan, que exista una criatura que, aunque lejana, no nos olvide. Y, ¿en dónde está escrito que ese alguien tiene que estar en el plano material? Se conoce tan poco de lo que concibe nuestro cerebro que nadie puede asegurar que lo imaginado no tiene sentimientos, y que por tanto, no es capaz de amar. Él era un ser extraño y mágico, salido…

  • Habitación propia,  Lidia

    ¿Y tú?

    Respiro la lluvia que fluye del cielo gris y te recuerdo Recuerdo cuando fuimos árboles Yo era un árbol frondoso, alto y fuerte Llena de bellas ramas Ramas llenas de hojas que bailan Bailan sensualmente con las tuyas Y te amaba Amaba tu tronco igual que el mío Nuestras ramas se abrazaban Nuestras hojas se besaban Nuestras raíces se encontraban y se entrelazaban en pacto de amor Éramos iguales Compartíamos la vida Pero morimos No existe más la selva que nos cobijaba Y ahora en esta vida mi sexo importa No soy igual a ti No sé en dónde estás Extraño nuestros troncos sosteniéndose uno al otro en un abrazo…

  • Cristina,  Habitación propia

    Ritual

    La realidad vino a visitar al final de una lluviaSólo quedaron los sollozos de los árboles(Y una frase)Que resuena como eco del cielo que sabe a frío Del beso y el fantasma habló Kafka,De los deseos infantiles Kundera,Tristana y sus cartas,yo no dejo de pensar en sus ojosen el nocturnal de sus ojos Lo quiero y no sé que es querer Los árboles no lloran, yo tampoco.Recuesto las sonrisas en una caja oscuraque contiene la ternura y el invento

  • Habitación propia,  Lu

    Mi verdad

    Una de las facetas de mi vida es ser pediatra. Quizás el segundo reto más difícil de mi vida después de la maternidad; probablemente también el segundo más satisfactorio. Y lo escribo no con aires de presunción ni con tanto orgullo, sino más bien como un combatiente que apenas se mantiene con vida en una batalla. Para mi la conciliación profesional y personal ha sido un camino largo por recorrer lleno de baches, golpes y caídas. Durante muchos años me preparé en lo que mejor sé hacer y lo que siempre pensé ser en la vida: médica; y con los años mi vocación de diosa Demeter me hizo orientarme hacia…

  • Habitación propia,  Lu

    No tengo una habitación propia

    Nunca la tuve. Desde pequeña he compartido mis espacios. Y así fui feliz. Tanto que a veces pensé que era parte de mi naturaleza femenina. Así fue mi mamá, así fueron mis abuelas, mujeres que viven para otros y que nunca se permitirían una vida egoísta “solo” para ser felices.   Fui hija, hermana, novia, alumna, ciudadana, esposa y madre viviendo para otros. Pero me pasó que se llenó mi espacio de tanta gente, de tantas cosas, que no me quedó ni un rinconcito para leer. Fue cuando me di cuenta que no tengo una habitación propia, un lugar para estar conmigo misma. Le he dado las llaves de mi…

  • Habitación propia

    ¿Escuchar al cuerpo?

    Amanece. Los pies descalzos lentamente se dirigen al baño. La luz tenue danza con el agua que cae hacia un cuerpo que pronto se vestirá, se calzará y correrá a la fila de tráfico y ruido mientras la mente divaga e ignora que cada día en la piel se sella una historia. Y es que a la par de las rutinas cotidianas, somos seres situados en un país y realidad específica permeados por códigos de conducta e imaginarios colectivos. Es evidente que los estilos de vida que se promueven están relacionados con el consumo, la imagen y la popularidad. La publicidad se ha apoderado del ideal estético del cuerpo y…