He crecido lejos de tías, tíos, abuelas, abuelos, primos y primas. Así es la historia de esta familia de mujeres.
La abuelita Elenita vive desde hace casi 40 años en Estados Unidos, tomó esta difícil decisión hace mucho ante la disyuntiva de perder su casa o irse lejos de sus hijos para trabajar. La abuelita usa unos anteojos que permiten verle sus ojos muy grandes, color miel y cariñosos; la abuelita se ve como una típica abuelita tierna, amorosa y bonachona y lo es, pero no es solo eso; la abuelita es dueña de muchas historias que deberían estar escritas, pero solo están en su mente y algunas siempre serán un secreto.
He tenido oportunidad de ver a la abuelita Elenita y por dicha solo faltó un par de preguntas para que las historias se hicieran audibles. La abuelita antes de ser abuelita ha sido una mujer fuerte, decidida y valiente. De niña, en el primer año de su vida perdió a su mamá cuando su hermano número 18 estaba naciendo, ambos murieron. De adolescente vivió con su hermana mayor, quien la hizo trabajar y aprender de muy mala manera los quehaceres del hogar y del negocio. Fue a los 15 años cuando Jorge la empezó a enamorar, ¡el abuelito Jorge!, pero ella estaba decidida a amar sin matrimonio, así que Jorge le propuso que se huyeran y ella aceptó. ¡La huida apenas duró un día! su papá Esteban le puso una orden de captura, así que al día siguiente la abuelita Elenita estaba en la policía retenida, después de un examen médico constataron que aún seguía siendo virgen, lo que dio gran alivio a la familia. El juez la presionó diciéndole que si no se casaba permanecería presa y Jorge también pero en otra cárcel porque ella aún era menor de edad, de esta forma la obligó a aceptar el matrimonio; ambos salieron de la cárcel y se casaron.
La abuelita Elenita tuvo seis hijos, tres niños y tres niñas. Vivían en tierra caliente, donde el abuelito Jorge administraba una finca; en esa época mi mamá vivió momentos felices junto a sus hermanos jugando con tierra y árboles, corriendo hacia el río, riendo, huyendo cuando hacían travesuras porque la abuelita iracunda los corría hasta atraparlos y castigarlos de formas que ya no se hacen. El río abrazó demasiado a los dos hermanos mayores de mi mamá, los abrazó tan fuerte que murieron y la abuelita perdió el control; conoció la locura. Sueño con olas gigantes que me persiguen y me causan una gran aflicción porque debo salvar a mi familia; a veces a mi hermano, otras veces a mi mamá y otras veces a mi perro. Este sueño lo he heredado de mi mamá, junto con el miedo al agua, debido a la muerte de sus hermanos cuando ella aún era tan pequeña.
La abuelita Elenita decide dejar a su esposo; se cansó de sus tratos, sus aventuras y de las otras y sus hijos. Diez años han pasado y decide emigrar a la ciudad capital junto a sus cuatro hijos. Estos años ha tenido su propio negocio en la finca, donde vende desde azúcar hasta muebles de madera, ha ahorrado y ha podido comprar una bonita casa en la capital. Consigue un trabajo en esta ciudad ruidosa, llena de cemento y sin ríos, todo marcha bien hasta que los hados le hacen una mala jugada y tiene que hipotecar su casa. Tiempo después tomaría la decisión de irse del país para probar suerte y conseguir una mejor paga por su trabajo y así saldar la hipoteca; esta decisión es la que ha marcado a mi familia, la partió en dos, en dos países; la llenó de soledad y nostalgia. Nace una etapa de la historia de mi mamá que decide quedarse para casarse con mi papá y perder a sus hermanos después de criarlos ella sola un par de años; se van lejos a un país extraño que siempre será ajeno. La historia es agridulce, ella empieza su propia familia llena de ilusión y amor pero la mitad de su corazón siempre estará en espera a volver con sus hermanos y madre. La abuelita Elenita se fue, dejó a su hija mayor con la condición de que se casara con su novio Carlos y se llevó a sus tres hijos menores.
Hoy la abuelita Elenita sigue viviendo en Estados Unidos, jamás podría regresar a Guatemala, aquí no tiene un seguro que le cubra la vejez y le permita tener una vida decente. Como se casó de nuevo con un gringo ahora goza estos privilegios, le han dado un apartamento en una residencia de abuelitas y abuelitos. Ahora vive sola y llora cada noche su soledad. Siempre ha sido una mujer fuerte, decidida, pero acompañada hasta esta etapa de su vida en donde dos de sus hijas viven en el mismo país pero algo lejos con sus propias familias; el último hijo que vivía, murió hace ya casi una década, lo mataron, ese día ha sido el más triste en la vida de la abuelita, recuerda cada detalle de esa muerte, ahora solo le quedan las tres hijas. En estos días sigue sonriendo, le cuesta caminar, le duelen las piernas; ha venido a visitar a sus familiares, a los que aún quedan y conocer a las nuevas ramas de este árbol familiar que con 20 hermanos es muy frondoso.
La abuelita trabajó duro y mucho, tomó decisiones que quizás no se entiendan tan fácilmente, en su época revelarse ante la idea del matrimonio no era algo que hicieran las mujeres; tomar decisiones propias como abandonar al esposo, dejar a los hijos para irse a otro país a trabajar, tener otras parejas, conseguir otro esposo, son decisiones cuestionadas porque no responden al actuar de la mujer que se ha naturalizado en esta sociedad, porque responden a sus propias decisiones sin dependencia del esposo y la familia. ¡¡¡Qué valiente es la abuelita Elenita!!!
Conocer las raíces y ramas del árbol genealógico me permite construir mi propia historia y esto me hace saber por qué soy como soy, por qué la abuelita es así, por qué la nostalgia es tan familiar y cercana, por qué mamá es así y por qué aún nos rehusamos a aprender a nadar.
Agradezco esta oportunidad de escuchar las historias de la abuelita Elenita, soy la nieta mayor y la conozco tan poco que me da pesar. No he convivido con ella lo que hubiera querido, pero así es la historia de esta familia partida en dos. Lo que sí sé, es que ha sido una familia liderada por mujeres, fuertes, valientes, guerreras y hasta iracundas. Me siento orgullosa y la nostalgia me encanta.