Hace unos días estuve en la reunión mensual del Colectivo Eva. Tuvimos la presencia de la escritora Vania Vargas; fue grandioso conocerla. Leímos su más reciente libro: Después del fin. En uno de sus cuentos, el personaje decidía “qué mujer” deseaba representar ese día y lo hacía. Ese día decidió ser Lucía.
No pude evitar pensar en mi actual situación: ama de casa y mamá el 100% del tiempo, y esto, porque sencillamente no me queda tiempo para nada más y la mayor parte del tiempo me siento exhausta. No me he atrevido a decir esto antes: Me extraño.
Sí, me extraño. He evitado hacerlo, no sé bien porqué. Tal vez tengo temor a ser juzgada, o dar la impresión de no amar a mis hijos lo suficiente (lo que es totalmente erróneo porque los adoro), quiero evitar las interrogantes. Tampoco me siento desperdiciada al estar en esas cuatro paredes que llamo hogar. Mis hijos están pequeños y en este momento necesitan de mi a tiempo completo, sobre todo JJ que solo tiene tres meses. Tengo en mis manos un trabajo maravilloso.
Pero esa es la verdad: me extraño. Extraño a la mujer que puede disponer de su tiempo, a la que puede irse a un café y leer durante horas. Extraño sentarme en el estudio y escribir, escribir y escribir sin ser interrumpida una y otra vez. Extraño poder salir de cita con mi esposo, solos él y yo. Hace tres meses que no lo hacemos. Extraño el vino, sueño con el vino. Extraño quedarme en la cama hasta tarde.
Amo mi vida, amo la mujer que soy y el momento en el que me encuentro. Aún así, a veces extraño ser Lucía.